Por Gabriela Vilchis
CLIMAX la más reciente creación de Gaspar Noe, es sin duda la oda al hedonismo, al desenfreno, al culto al cuerpo y a su devastación, es el devenir del orgasmo prolongado, forzado a permanecer, soltar no es opción y Noé lo sabe, se vierte en todo momento, se autorefiere y se enfrasca en demostrar que tiene aún mucho que dar en la pantalla.
La pasión es una constante en el cine de Noé, donde el inicio aparentemente inocuo de presentación del casting de los bailarines sólo es el comienzo de este viaje ácido, provocativo, deconstructivo, visualmente poderoso incluso obsceno, donde el exceso no es un pretexto ramplón, es la incitación a la experimentación, al devenir del cuerpo en expresión, vehículo, máquina de guerra, a la voracidad.
La secuencia inicial, un plano secuencia llevado con maestría, donde los bailarines transforman sus cuerpos es formas para generar una marcha hipnótica, demuestra el deseo vouyerista del director, recurso recurrente en filmes como “Irreversible” impregnado de morbo por la transformación de estas máquina de guerra Deleuzianas, sometidas a sus más profundos deseos y a su placer, goce que sin duda los destruirá poco a poco a diferencia de “Love”, en este infierno de pista de baile, en donde incluso el más cuerdo, puede convertirse en la más perversa y terrible de las creaturas, la violencia tampoco es ajena a los filmes de Gaspar, pero nunca es gratuita.
Para muchos el resultado es un terrible resaca, pero justo ahí radica el poder del cine de Noé, permeado por el LSD nos traslada como en “Enter the Void” al estado alterado necesario para transitar la agobiante existencia misma.
Climax es todo Gaspar Noé, todo el tiempo, desenfrenado, bestial, es una experiencia estética inflamada por un soundtrack lleno de beats anacrónicos, secuencias funk y R&B, creaciones propias de la escene electrónica Francesa, donde además de mostrar la vertiginosa transformación de estos cuerpos entrenados pero corruptos, enmarca la conformación de un estado Francés enriquecido y viciado por la diversidad cultural. Uno no puede salir incólume de la sala después de presenciar el alargamiento del goce, de la búsqueda incansable e irresponsable del placer perenne.